HECTOR: UNA EXPERIENCIA DIFERENTE
Un día llegó a nuestra escuela Héctor, un niño especial integrado de un CAM que presenta discapacidad auditiva “hipoacusia”, con siete años cumplidos. Era un niño alegre, algo hiperactivo y agresivo al principio; un niño que fue recibido en el primer grado grupo “A”.
Para la escuela “Fray Bartolomé de las Casas”, esta experiencia de integración determinó y fortaleció el concepto de enseñanza, especialmente de quienes intervenimos en el aprendizaje del menor.
Con disposición y entusiasmo, los maestros vimos la llegada de este niño a la escuela, pues para nosotros era normal que cursara la educación primaria, ya que era un derecho que le correspondía.
La aceptación e integración de Héctor al centro educativo representó para nosotros un reto y un gran esfuerzo, pero…
¿Qué hacemos con él ahora que lo tenemos?
Sí, qué haríamos ahora para responder a sus necesidades de aprendizaje fue algo que nos preocupó y ocupo, nos motivó para prepararnos y buscar estrategias que nos pudiera ayudar en esta emocionante experiencia docente.
Desde un principio estuvimos conscientes de la responsabilidad que estábamos adquiriendo, ya que eran demasiados los retos a vencer y mucho la preocupación de no llegar a lograrlo.
Tener a un niño especial implicaba tal vez muchos cambios en la forma de trabajo y en un principio fue la idea de que requeriría más tiempo de atención personalizada y que debíamos tener una preparación para atenderle.
La institución no estaba completamente preparada para enfrentar situaciones nuevas; sabíamos que sólo aprendemos hasta que nos vemos involucrados y enfrentamos la situación.
Ahora “la situación” estaba aquí, esperando lo mejor de nosotros como maestros y como personas.
La primera situación por resolver fue cómo establecer comunicación con él y su familia, porque el niño es hipoacúsico de nacimiento: no tenía lenguaje oral y manejaba algunas señas convencionales y otras pocas en lengua de señas mexicano.
La mamá empleaba más un lenguaje de señas convencional, ya que su principal objetivo era la oralización ya que fue implantado en el 2008 y usa auxiliares auditivos, de tal manera que tuvimos que establecer una forma de involucrar a la familia en el apoyo en casa y las tareas escolares; y de alguna forma se logró, pero nos quedamos con la conciencia de la necesidad de apropiarnos de una forma de comunicación con ellos: había que aprender lengua de señas mexicano y convencer a la madre de utilizarlo.
La integración de Héctor a la comunidad educativa representaba una necesidad práctica de comunicación. Conscientes de ello, fuimos sensibilizando e involucrando a toda la escuela y por supuesto también a sus compañeros, ya que requeríamos que nuestro niño ampliara su campo de interacción y de alguna forma pudiéramos comunicarnos.
Y, ya en el salón… ¿cómo le íbamos a enseñar?
En un principio había que buscar la manera de comunicarnos con él y esto no podía esperar a que aprendiéramos lengua de señas, así que las estrategias trabajadas en conjunto con la institución fueron:
- Respetamos su forma de comunicación.
- Revaloramos el contacto visual y físico como inicio de comunicación.
- Aprovechamos al máximo los conocimientos previos que el niño tenía.
- Utilizamos toda clase de material visual para comunicarnos con él y que nos ayudara a comprobar si entendía lo que le transmitíamos.
Durante el aprendizaje de la escritura seguimos el mismo procedimiento de enseñanza que empleaba la maestra: seleccionamos los contenidos y enriquecimos con materiales gráficos e imágenes.
Estábamos conscientes de que su proceso de adquisición de la lengua escrita sería a un ritmo más lento que del resto del grupo, ya que si bien reconocía las grafías y podía establecer ya una relación entre la imagen y su representación escrita en el caso de palabras sencillas, lo más complicado era saber si poseía el concepto o la representación mental de lo que escribía o leía, porque para un sordo eso era lo más difícil… y para nosotros, un gran reto. Para apoyar este proceso decidimos emplear el método de claves de Fitzgerald.
Sin embargo nada de esto limitaba su comunicación e interacción con sus compañeros, quienes aprendieron a crecer con él y buscaron también formas de comunicación.
Para este tiempo, la maestra de primer grado y yo estábamos ya involucradas en cursos de estrategias comunicativas para atender a esta clase de alumnos, lo que permitiría apoyar a Héctor en su forma de comunicación así como continuar enriqueciendo su vocabulario en lengua de señas y lenguaje escrito.
En matemáticas, Héctor tenía más dificultad en adquirir los conceptos y desarrollar sus capacidades, ya que básicamente no podía reconocer las representaciones y conceptos empleados mediante la utilización de material concreto.
Todo este movimiento (ver cómo maestras y alumnos se iniciaban en el manejo de otra forma de comunicación, la manera en que el niño interactuaba con sus compañeros tanto en las actividades de clase como en el recreo) me emocionó, a la vez me hizo reflexionar en mi preparación profesional y en lo que podría ofrecerle, y me motivó a buscar la capacitación necesaria. Fue así que ya estaba integrada a una clase de lengua de señas.
Y llegó el primer día de clases de segundo que incluía a Héctor. Iniciaba un nuevo ciclo de convivencia, aprendizaje y situaciones enriquecedoras para todos
.
La primera actividad de integración en el segundo año fue seguir motivando a los niños para que aprendieran lengua de señas mexicana, haciéndoles ver que era una lengua más y que su manejo nos permitiría establecer comunicación con más personas, convivir con ellas, ayudarles a aprender y aprender de ellas tantas cosas…
El trabajo en el aula fue diferente al trabajo con los grupos en ciclos anteriores. Tengo varios años trabajando y fue hasta ahora, al enfrentarme a este tipo de situaciones, que reflexione y mejoré algunas de mis metodologías y estrategias: recurrí más a las imágenes, a la mímica y dramatización, trabajé mucho más con materiales concretos y situaciones de aprendizaje que daban continuidad al proceso que se inició en primer año.
Todo esto enriqueció mi labor como docente y las experiencias de todos los niños, que aprendieron a reconocer y respetar las diferencias entre las personas y se fueron formando un sentido de amistad, de apoyo mutuo.
Fue durante este año que hubo la necesidad de cambiar los aparatos auditivos de Héctor, ya que para este momento ya estaban muy deteriorados, debido a que no se encuentra adaptado a él. Desafortunadamente la madre de familia no se encuentra en posibilidades de costear los aparatos nuevos del menor. Por lo que se vio la necesidad de trabajar con el como un niño sordo.
Otra de las situaciones que se nos presentó fue que Héctor, quien había estado asistiendo a una terapias en CEDES escuela especial para niños sordos en turno alterno, –por lo que sabía algo de lengua de señas–, empezó a descuidar esa oportunidad educativa, faltando constantemente, debido a la oposición de la madre para que el niño siguiera asistiendo a dicha escuela y a cierto desinterés en la educación de su hijo con nosotros, argumentando que no le veía utilidad porque, según ella, no lo oralizaban y solo le enseñaban LSM.
En cambio, contábamos con todo el apoyo del papá, ya que en el existe un gran deseo de superación; para él, su discapacidad no es un impedimento: sabe que se pueden lograr muchas cosas y se lo transmite a sus hijos. Sin embargo, una limitante es que se encuentran separados y convive poco con sus hijos.
No todo es trabajo en el salón…
Parte importante de la plena integración educativa de Héctor ha sido su participación en todas las actividades cívico-culturales de la escuela, y eso también hay que mencionarlo.
Iniciamos con la festividad del mes de noviembre, que le correspondió al grupo de segundo. El niño participó con sus compañeros en un baile folclórico; fue difícil en un principio ya que tenía que coordinar sus movimientos de acuerdo al ritmo, pero gracias a su interés y entusiasmo logró salir adelante.
Luego, en diciembre, preparamos la presentación de una pastorela como parte de los festejos y tradiciones de Navidad. Pero ya no representaban gran dificultad y al final todo el grupo cantó e interpretó, en lengua de señas, un pequeño villancico ante la comunidad escolar.
Después vino el festival del día de las madres. El grupo presentó un baile y el canto e interpretación de la canción “Amor eterno”. El año escolar se terminaba y para la ceremonia de entrega de reconocimientos preparamos otra canción; vimos en las canciones una forma más fácil de que los niños fueran incluyendo señas en su repertorio y Héctor ampliara su comprensión hacia éstas. Para este evento, los niños presentaron “Himno a la alegría”.
Durante estos ciclos escolares fue un tiempo lleno de experiencias, retos porque aprendimos de los alumnos, de los padres de Héctor y de él mismo; aprendimos todas las personas involucradas en esta experiencia educativa que aún continua.
Vemos al niño en esta misma escuela, con sus compañeros que lo siguen apoyando en este proceso de aprendizaje, con otra maestra, en tercero…
La maestra ha recibido no sólo la responsabilidad sino la oportunidad de aportar su granito de arena en una ardua labor que espera ser sostenida e incrementada por todas esas situaciones que a la vez representarán la satisfacción de un trabajo realizado profesionalmente.
Esta historia exitosa no ha concluido y consideramos que el éxito del niño está cimentado en el esfuerzo que cada una de las personas que estamos involucradas con él le permitimos generar, ofreciéndole oportunidades, conocimientos, aprendizajes y formación integral.
Tomemos las riendas de su educación haciendo lo que nos corresponde y más.
La participación en experiencias de este tipo exige tener conciencia y asumir la responsabilidad que requiere nuestra vocación docente, reflexionar sobre los cambios que se deben realizar y la forma en que elevarán la calidad de nuestro desempeño y que hacer educativo.
Los felicito por el enorme esfuerzo de todos por integrar a ese pequeño y que poco a poco lograran concientizar la importancia de un educación inclusiva.
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